
Vocabulario, conciencia morfológica y comprensión lectora.
Conciencia morfológica
Cuando los buenos lectores perciben que ha fallado la comprensión por encontrarse con determinadas palabras desconocidas en el texto, una característica que los define es que tratan de clarificar su comprensión de in modo intencionado recurriendo a una estrategia que han aprendido y utilizado recurrentemente, y que consiste en manipular la estructura de esa palabra, analizando la carga semántica de sus sufijos, raíces o prefijos, para formular posteriormente una hipótesis de su significado global.
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Con el uso de esa estrategia, estos lectores adquieren lo que viene en denominarse como conciencia morfológica de las palabras. Una conciencia que representa un buen predictor del rendimiento en comprensión lectora del alumnado de Educación Primaria y Secundaria Obligatoria. Así, los estudiantes que la han trabajado en el aula, se muestran diestros para segmentar y analizar los componentes morfológicos de una palabra tal como hidrocefalia, y reflexionan sobre sus pistas semánticas -“hidro”, que alude a agua, y “cefalia”, que se refiere a “cabeza”-. Y lo que es más importante, tras esa reflexión analítica, acostumbran a plantearse una hipótesis inicial de su significado global.
Podríamos afirmar que poseer conciencia morfológica es disponer de una habilidad reflexiva para pensar estratégicamente sobre los constituyentes morfológicos y semánticos de palabras, y buscar así activamente su significado. Y desarrollarla en el aula supondría un paso adelante en el incremento de destrezas lectoras metacognitivas, al situar al lector en un contexto tal que, cuando se encuentre con una palabra desconocida recurra a destrezas aprendidas que le ayudarán a controlando así el proceso de comprensión del texto. Si eso lo conseguimos, lograríamos que los estudiantes vayan abandonando poco a poco el recurso al diccionario, como única fuente de búsqueda «no activa» cognitivamente hablando del significado de las palabras. Esas destrezas a trabajar son:
a). La segmentación de sus componentes.
b). El ensamblaje semántico de esos componentes, hipotetizando sobre el significado global de la palabra.
Es decir, por un lado hay que enseñar a manejar la estructura de las palabras; y por otro, hay que desarrollar la habilidad para reflexionar sobre los componentes morfo-semánticos de dicha estructura, y engranarlos para buscar su sentido.
El modelado inicial: una estrategia que despierta la conciencia morfológica de las palabras
Es esencial una primera actividad de modelado de la conducta lectora por parte del docente a través de la reflexión en voz alta, en la que se muestre al alumnado el discurrir de su pensamiento cuando va analizando y ensamblando los componentes morfológicos cargados de contenido semántico, para descubrir el significado de las palabras concretas que se encuentra en un texto previamente elegido.
En segundo lugar, dicha secuencia se completa con actividades de aprendizaje cooperativo en pequeños grupos, en las que los alumnos trabajan con textos también previamente seleccionados por el docente, que incluyan ejemplos como los que figuran en el cuadro más abajo insertado. A cada grupo se le entregarían fotocopias del mismo.
Finalmente, en tercer lugar, una puesta en común con todo el grupo cerraría el proceso de construcción compartida de conocimiento estratégico, para clarificar conjuntamente la comprensión de palabras desconocidas, aplicando esta estrategia.
Construir simples registros de palabras durante estas sesiones conjuntas, en los que se incluya: las palabras, su segmentación y las hipótesis de significado compartido, cerraría el círculo de andamiaje inicial necesario para ir facilitando al lector esa deseada autonomía en el manejo de esta estrategia metacognitiva.
Andrés Calero
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